“…Su rostro parecía inquieto, su atención alerta, como quien espera la llegada inminente de algo. Su cuerpo agitado miraba una y otra vez al cielo a través de la
ventana. Movía sus pies con un ritmo intranquilo. Con sus dedos daba golpecitos mecánicos sobre la mesa a modo de código secreto. Padecía el anual “Zugunruhe” antes de cada viaje. De pronto, un gesto aliviado en la mirada, como quien escucha la llegada de lo esperado.
– Ya están aquí. Ahora es el momento!
Sus pupilas se dilatan, abre la ventana y respira hondo. Mira atrás por un instante su hogar, (su alto nido ubicado en una catedral del norte de Europa) allí quedaban sus padres, su cama, sus objetos personales… Y sin pensarlo demasiado, alza el vuelo y se une a una banda de cigüeñas con dirección al sur, a la África cálida.
Allí pasará todo el invierno, hasta que vuelva a sentir de nuevo el palpitante “Zugunruhe” que la orientará durante el vuelo y la devolverá sana y salva a casa.”
Pepa Salas Vilar
Con mi obra reflexiono sobre el tema de la migración humana, utilizando como metáfora las aves y otros animales terrestres o marinos, que emigran como el hombre para sobrevivir.
Me interesa el fenómeno “Zugunruhe” que sufren las aves migratorias antes de iniciar sus rutas migratorias. Y también por el contrario, el hecho interesante, que existan animales residentes, que no tienen la necesidad de emigrar, (al igual que muchos humanos que nunca abandonan sus hogares y permanecen siempre en el lugar donde
nacieron).
El instinto de supervivencia, de avanzar, de alcanzar una vida mejor… es lo que impulsa a una persona o a un animal a dejarlo todo y empezar de cero en otro lugar, independientemente de un futuro regreso al hogar, o no.
Es la llamada del Zugunruhe, un anhelo, un reclamo interno que nos hace alzar el vuelo hacia un destino incierto.